Los dos grandes partidos han sufrido desgaste, han perdido capacidad de convocatoria, han agotado su capital político; por generar las condiciones de la crisis, por no saber afrontarla, por falta de imaginación, por no abrir las puertas a las nuevas ideas, por no esforzarse desde la seguridad de la silla en resolver los problemas.
La fuerza, la iniciativa, el coraje y cualquier otra virtud posible en la política esta hoy en la oposición que juega la carta de romper el bipartidismo.
El futuro esta en el frenazo progresivo por falta de músculo y coraje del estatu quo que representa el bipartidismo, en el reto del saber ser y el saber estar de la oposición minoritaria todavía en el momento presente.
Los unos como hoja caduca perderán protagonismos y fuerza, su inercia será vencida por el desgaste del poder, la incapacidad de renovación y la falta de liderazgo. Están en el camino entre la madurez próxima a su caducidad.
Los otros, han de demostrar su capacidad para unir capacidad de alianzas y trabajo en equipo sobre programas que no se pierdan en la ambigüedad que a todos calma y a nadie resuelve. Tienen mucho por ganar, poco por perder, mucho en riesgo de lo poco ganado o salvado de la debacle de la división interna.
El espantapájaros seguirá en pie por el momento, pero ya no son de barro solo los pies, sube sin cesar y se acerca al corazón que amenaza con ser adobe que ni sangre ni ideas impulsa.
Si la oposición minoritaria asciende como es de prever, tendrá todavía mucho que luchar para mantener la tensión hasta que su oportunidad se presente, para cuando sea el caso responder a lo que de ellos espera una ciudadanía descontenta que no esta por el estatu quo, pero tampoco por los recién llegados que vengan a rellenar sus arcas de ambición, oro y ansia de poder a costa del bien común.
Si saben hacer lo que deben, y vuelven a la política credibilidad, tendrán su premio. Un poder que estará sometido a los debidos controles, sino lo hiciesen, entonces ni ellos ni la política, ni la ciudadanía, se recuperaran por largo tiempo.
Ganar para luchar o perder para hundirse en el olvido, junto con la credibilidad de la política que se alejará tanto la confianza de los ciudadanos como toda posibilidad de recuperarla en largos años, tantos como el bienestar social la ciudanía.