martes, 23 de septiembre de 2008

Reflexionando...

Este espacio es para reflexionar, para mostrar a otros que las dudas nos corroen a todos por igual; que siempre existen sucesos que hacen que la mente se expanda en busca de respuestas a las constantes incógnitas que se nos plantean a diario.
Yo, soy bastante impulsiva. Cometo el mismo error una y otra vez, empecinada en hacer las cosas a mi manera aunque tropiece en la misma piedra dolorosamente hasta sangrar.
Actúo en primer lugar en tantas ocasiones, que cuando me paro a reflexionar, es demasiado tarde o casi. Porque en mi humilde opinión, nunca es tarde si se quiere desandar lo andado. Prefiero rectificar que pudrirme en la miseria del arrepentimiento continuo.
Me encanta escuchar a la gente, aún a sabiendas, de que puedo oír cosas desagradables; cosas que hieran mi sensibilidad como dicen en las películas o telediarios en los que las imágenes son cruentas en extremo.
Hoy, sin ir más lejos, he tenido en mi oficina durante más de una hora a un señor de edad avanzada que acababa de perder a su mujer. El dolor que transpiraba por cada uno de sus poros era estremecedor y a una servidora le ha llegado al alma.
Lo conozco hace años, desde que yo llevaba una sección de la empresa en la que trabajo y ha germinado una amistad entrañable entre él, su difunta esposa y yo.
La buena señora tenía alzheimer y estaba ya postrada en silla de ruedas, con las facultades mentales deterioradas hasta el extremo de no conocer a nadie de su entorno y con arrebatos de agresividad constantes o lapsus en los que la apatía era total.
Ha venido expresamente a desahogarse conmigo. Ya hace dos años que estoy alejada de mi puesto, porque ahora estoy sola llevando la gestión de tres secciones y me han ubicado en el centro del pueblo.
Allí ha venido con lágrimas en los ojos a recordar lo bien que se llevaban, lo bien que la ha cuidado y cómo ha jugado con ella en esos momentos de infantilidad que la embargaban. Lo sólo y triste que se ha quedado sin ella.
Me cuenta apesadumbrado que sus hijos hace años que deseaban meterla en un asilo y manejar sus bienes, los de los dos. Pero contrataron a una chica de Ecuador y la han llegado a querer como a una hija.
La chica se ha traído a su hija y a su nieta de aquel país y ahora viven en casa de este hombre.
Me comenta la mujer, que la han humillado de mil maneras distintas. Que los hijos y los demás la han desprestigiado y avergonzado en mil y una ocasiones, pero que ella: es pobre pero honrada, y que ha llegado a querer mucho a esos dos ancianos que le han dado trabajo y cariño.
“Si he de irme algún día de España, me iré con lo que haya ahorrado de mi trabajo, me iré como entré: con la frente bien alta y la conciencia tranquila”. Me dice con los ojos llorosos.
Yo, escucho a ambos. Miro a uno y a la otra. Me pide el hombre mi opinión e intento dársela sin comprometerme en exceso y para eso he tenido que moderarme, pues soy muy visceral, dejándome llevar por la pena de los demás. Me concentro y opino, pero poniendo el cerebro en ello, no el corazón.
Una hora y media dan para mucho y hemos sufrido en compañía. Nada he podido hacer por él o por ella, ni tan siquiera mi trabajo les ha servido de ayuda, porque no era el momento. Sólo he puesto mis sentimientos a su servicio, mis oídos y mi corazón en ellos.
Más tarde he reflexionado en cuántos casos existirán hoy por hoy en España de estas mismas características, con estos mismos problemas. Cuántos ancianos que van llegando al fin de su camino, se verán implicados en estos teje manejes de herencias, asilos, amor y desamor y ahora también en la sociedad actual, en problemas de mujeres extranjeras que asumen su cuidado y son pisoteadas socialmente sin miramientos…
Marinel.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con fe o sin ella que nunca nos falte la fuerza para seguir adelante, la firmeza de proposito y una buena brujula.

El camino de los años es quizás el camino mas duro pero a veces lo hacen mas penoso las zancadillas de los de tu propia sangre.

A veces un extraño esta mas cerca de tu corazón que los propios.

Me encanta ver con que fuerza inicias cada tarea en la que te pones.

Un abrazo amiga

Anónimo dijo...

Disculpa mi despiste, espero que no te desoriente, a veces olvido entrar con mi nick habitual ;-).