lunes, 23 de febrero de 2009

El síndrome de Brasil

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Sentado en su despacho del Palacio de Comunicaciones, Alberto Ruiz-Gallardón vuela con su pensamiento al Palacio de la Moncloa, la culminación de todos sus sueños de juventud y de madurez. El alcalde de la capital de España intuye que ha llegado su hora. Su estrategia es mantenerse al margen de los últimos escándalos del Partido Popular, inmóvil y silente como don Tancredo, huyendo de los periodistas y tranquilo en cubierta en plena tempestad. Este verso libre es listo, pero a veces le pierde la impaciencia. Es lógico: corre el peligro de que el tiempo le vaya apagando las expectativas y de contagiarse del síndrome de Brasil, que, según se dice, "es el país del futuro y siempre lo será".

Las elecciones de junio se acercan y con ellas podría llegar la esperada catarsis en la que Mariano Rajoy podría ceder el poder en el partido y dar una oportunidad a Gallardón. Un batacazo en los comicios europeos puede precipitar los acontecimientos y aunque en los fogones de Génova no quieren a don Alberto saben que es el candidato perfecto para ganar batallas electorales. El primer edil capitalino es un vocacional de las jugadas individuales y pide que su heterodoxia sea considerada una travesura de Jaimito, pero para los guardianes de la pureza ideológica merece la hoguera. También hay, entre los viejos zorros populares, quienes le profesan un cariño antiguo y familiar por su excelente imagen, su eficacia electoral, su preparación, su visión de estadista y su aceptación en Euskadi y Cataluña.

Sus talones de Aquiles son su escaso peso en el aparato de poder del PP, su enquistado enfrentamiento con Esperanza Aguirre, las zancadillas que El Mundo y la Cope le ponen todos los días, los intereses de los barones territoriales y la cúpula del partido, que adora el status quo y no se fía de Gallardón. Es cuestión de esperar y comprobar si Rajoy pincha de verdad en junio. Todo dependerá de la magnitud de la tragedia.

1 comentario:

CharlyChip dijo...

Hola Domingo:

Bienvenido antes que nada.

Entrando en materia...¿Que se pierde con probar?

Seguro que el se sacrificaría con gusto por la causa... ;-)

Si París bien valía una misa, La Moncloa seguro que vale al menos dos...

Renovaciones nos hacen falta en más de una banda de esta fiesta porque la música ya empieza a ser repe.

Un saludo

P.D. Interesante y cuidada primera aportacion. Felicidades.