viernes, 28 de agosto de 2009

El tiempo es nuestro...si lo queremos.

El tiempo de desvanece entre nuestros dedos como fina arena de la playa entre los de uno niño tratando de llevársela a casa. Relojes dorados con manillas del mineral que se mide en quilates, se muestran incapaces de detenerlo entre cada tic, porque es de las pocos aspectos de este mundo que se resiste a ser mercancía de adinerados. Luchamos por eliminar sus efectos de nuestro cuerpo, y deseamos poder robarle el coche a Michael J. Fox, pero no nos damos cuenta que nosotros mismos tenemos el poder de pararlo, atrasarlo o adelantarlo, viviendo el momento, aceptando al hombre de la guadaña como parte de la vida, y no dejando heridas abiertas o mal curadas del pasado.

Andamos en el hoy, pero vivimos en el mañana, presos de sueños incumplidos de los que despertaremos en mares de lamentos, movidos por olas de desesperación. Educamos a las futuras generaciones con la competencia por bandera en la búsqueda de un mañana, sin enseñarles el maravillosos valor de cada día. A cada nueva ley dictada por nuestros dirigentes, nuestra libertad, ya casi inexistente, se recorta, descubriendo la palabra dictadura bajo un disfraz de democracia, en la que el individuo de a pie agacha la cabeza y sigue el camino que le obligan a andar, sin pararse a rechistar. El consumismo, la publicidad, las noticias, y los círculos de "amigos", son parques naturales protegidos en los que los animales se pisan los unos a los otros con tal de quedar encima, sin importar los medios para conseguirlo.Y todo por un sueño, un sueño que nunca se cumple porque nada es suficiente, siempre queremos más, y nos devora como la carcoma, trasladándonos a un día futuro, en el que todos los lamentos llevarán un "demasiado tarde" como veredicto final.

Cada día que pasa, es un día más que perdemos, un día más apostado al rojo en una ruleta que solo tiene números negros. Es el momento de cambiar, de disfrutar un café parando el mundo, de saltar en los charcos, de revivir anuncios de kit-kats, y de danzar entre los baldosines de un bulevar de los sueños cumplidos. Cada segundo no disfrutado, es un segundo que no volverá, aprovechémoslo.

3 comentarios:

CharlyChip dijo...

Tenemos que vivir en el sistema para salir adelante, otra cosas es la filosofía con que vivimos dentro de el.

Un cordial saludo

Julio dijo...

Charly que razón tienes.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Es un bonito planteamiento introspectivo de lo que supone ser "el tiempo" (Uno de mis argumentos barrocos favoritos). Sin embargo, tal vez, algo velado por un halo nebuloso de pesimismo y frustración:

No, el tiempo no es (ni debe ser) eso. El tiempo llena los bolsillos de prudencia, de sensatez, de conocimiento y disciplina; el tiempo nos enseña a detenernos a contemplar las cosas aparentemente insignificantes y disfrutar de su excelencia. El tiempo nos explica las cosas que al principio eran inconcebibles, nos premia de recuerdos (los besos, las sonrisas, las emociones que provocamos...) Quizás, del tiempo lo que pesa no es el tipo de la dalla tanto como nuestro pasado desatinado e inconcluso; pero eso está en cada uno que sepa remendar sus errores. Para eso, precisamente, contamos con el tiempo.

Un abrazo, compañero.