domingo, 20 de marzo de 2011

Doble rasero...



La capacidad de conservar el espíritu crítico es uno de los pocos garantes de que de las ideas, que pueden ser en principio buenas, nacidas con noble propósito, no se transformen en un modo de distorsionar la percepción de la realidad.

Si olvidamos esta férrea autodisciplina nuestras ideas nos arrastran a sus últimas consecuencias indeseables. Nos llevan por tortuosos caminos de la razón a justificar cualquier procedimiento y, tras un largo camino guiado por la lógica de continuidad, podemos olvidar que en este camino rompemos el principio original que nos inspiró. Tal vez N. Maquiavelo pensase que el fin justifica los medios, yo no.

No podemos ser sin embargo ingenuos, la libertad y la justicia a menudo se cobran un precio en sangre, una lamentable consecuencia de los defectos y debilidades de nuestra humana naturaleza... Siendo así creo que debemos exigir en igual parte a cualquier contendiente respeto a los civiles. La debilidad de exigir más a la cordura que a la locura también tiene un precio indeseable. Las guerras santas no existen ¿Qué santidad puede existir en una mente que se deja vencer por la locura sin medir las consecuencias, o lo que es peor, justifica cualquier medio?

Si la razón, la palabra, el diálogo nos llevasen siempre por buenos caminos nunca hubiésemos inventado la guerra, esa lamentable lacra que, cual peste imperecedera, nos ha acompañado y acompaña desde que se escribe la historia, desde que existe la tradición oral o la simple memoria dejaba testimonio perecedero...

Cuando la guerra parece el único camino para defender la cordura, la justicia, la libertad... no debemos olvidar la crítica, tampoco la autocrítica y, en todo caso, no debemos alegrarnos aun de la victoria. Solo de la paz y la justicia establecidas, si llegan...

Ganadores, como perdedores pierden, solo los traficantes de armas ganan en vil metal y pierden..., ellos sabrán lo que pierden, si creen que la tienen, entonces tal vez el alma.

Si elegimos el camino de la guerra, nos vemos arrastrados por ella contra nuestra voluntad o simplemente nos vemos sumergidos en ella como civiles, no debemos olvidar llorar tanto por los vencedores como por los vencidos. No hay virtud en el camino de la muerte para alcanzar el bien, tan solo necesidad.

Debemos pues recordar que todo ejercito es demostración de que, si la perfección existe, todavía queda lejos en el horizonte. Al menos mi vista no alcanza a atisbarla..., tal vez es que el olor de la pólvora y la sangre enturbia mis sentidos...

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