Al analizar cualquier "objeto" de estudio complejo recurrimos como receta a dividirlo en partes por su diferenciación física, funcionalidad u otras características. También recurrimos a esta receta al estudiar al ser humano, sus relaciones sociales o su interacción con el medio.
Olvidamos al individuo como ente único y complejo para estudiar sus partes. Olvidamos la complejidad de sus relaciones con el entorno para estudiar cada una de ellas por separado.
Tal vez sea una estupenda técnica de división del trabajo, pero al aplicar las recetas derivadas del conocimiento obtenido descubrimos que no obtenemos un todo; tan solo obtenemos un puzzle de perfecciones desestructurado, el cáncer de la autodestruccion. Ninguna parte puede sobrevivir sin el todo.
El humano "perfecto" es un cadáver direccionado y recompuesto sin rastro de vida; la sociedad una procesión de zombies sin destino que no obtiene gozo de vivir del autocanibalismo que lo rige desde la perfección del bisturí.
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