domingo, 9 de noviembre de 2008

El infiltrado (I)


Antes de que mis padres sospecharan algo, yo ya estaba embarazado de ellos; por lo menos antes de los quince minutos previos de tomarse la última cerveza e, instantes después, disfrutaran al máximo de una noche pasional, porque obtuve una beca para reencarnarme y era el momento oportuno para hacerlo, aunque nadie me dijera entonces exactamente en qué. Por ese mismo motivo, involucré mi código de ente a hurtadillas en las listas de nacimientos generales, y al azar, escogí ser parte de la especie humana, por elegir algo que se saliera de lo típico, nada más, por probar haber qué tal.

La verdad es que no conocía nada de estos seres tan peculiares. Tenía la experiencia, sin embargo, de un amigo que se reencarnó en hombre, y parece que le fue bien. Allí arriba no se hablaba de otra cosa. Fue todo un fenómeno de ánimas en pena, por decirlo de alguna manera. De un lado a otro, se subía a los escenarios con su guitarra enloqueciendo a quienes iban a verle. De aquí para allá, moviendo su pelvis de manera sobrenatural. El Rey, lo llamaban. Lo chungo es que por creer serlo, nunca superó su adicción a las drogas, y… digamos que dejó de cantar, aunque aseguran que lo hace aún hoy en secreto, como Aznar con el catalán, en algún rincón del mundo, pero bueno, esa es otra historia… Sea como fuere, los humanos, como tal, tienen derecho a equivocarse. En mi caso, no sólo mi futuro padre, como humano que es, se llevó una enorme decepción cuando se enteró que iba a tener un nuevo pimpollo al que alimentar, sino que, además, yo iba camino a convertirme en uno. De hecho, no es que me llamara mucho la idea de salir por un tubo y pegarme la corrida del siglo –fíjate tú, nunca mejor dicho- huyendo de no sé el qué, lo que ocurre es que, por azar del destino, no calculé muy bien mi decisión hasta que me vi involucrado en tan viscoso terreno. Ni Alien con sus babas, años más tarde, me resultaría tan asqueroso, ni siquiera Carmen de Mairena, que ya son palabras mayores. Eso sí, sólo una cosa: le deseo mucha salud a Berlusconi, porque si llega el día que coja un catarro y estornude, nada podrá evitar que los kilómetros de piel que conforman su cara se suelten e inevitablemente seamos testigos de las arrugas que ha preferido guardarse todos estos años por el camino. Esto sí que superaría todos mis esquemas.

Pero lo cierto es que fui el espermatozoide más abstemio y rápido de toda mi generación, a pesar que mis miles de compañeros prefirieron ir durante gran parte del trayecto cantando el Asturias patria querida, que era la sintonía de cierre que mi padre utilizaba cada vez que había conseguido algo de mi madre en la cama. Al igual que a ellos, a mí tampoco me hacía gracia llegar el primero, pero ¡joder! no había quién los soportara, así que era momento de acelerar el paso, aunque sólo fuera por perderles de vista un rato. A lo hecho, pecho. Después de diez horas ininterrumpidas sin avituallamientos de ninguna clase ni diploma o chupitos sin alcohol para celebrarlo, llegué al óvulo, y no sólo mi padre iba a arrepentirse próximamente de ello, sino que fue aquí donde comenzó la historia de mi vida.

Yo mismo fui testigo de mi evolución dentro del útero de mi madre. Aunque aquello estaba oscuro, tenía todo lo que necesitaba: comida, bebidas gratis… ¡Vamos, de fábula! Viviendo de la sopa boba, vaya, lo mismo que cuando se llega a adulto en este país. Y lo mejor de todo: durante nueve meses iba desnudo por toda la placenta, sin tener que dar explicaciones a nadie. Además, me divertía escuchar la tele o la radio con mi madre, aunque sólo fuera en codificado, y recibir atenciones de todo el mundo. Nunca antes había sentido tanta felicidad, ni siquiera cuando me divertía en dar patadas cada vez que alguien acercaba su oído al vientre de mi madre. Qué tiempos aquéllos. Esto de ser humano no parece ser tan malo, al fin y al cabo, pensé.

Sin embargo, no podía estar más equivocado…

(continuará…)

8 comentarios:

CharlyChip dijo...

¿Cual será el rincon en el que no organices una batalla jajjaajja?

Un saludo Miguel

Miganel dijo...

Hola Carlos!

Por eso nunca, en mi época de estudiante, ningún profesor me mandaba al rincón con los brazos en alto sosteniendo los dos volúmenes de El Quijote en cada mano, porque acabaría liándola... Je Je!

Me alegra que te haya gustado.
Buen inicio de semana y abrazos!

Anónimo dijo...

El relato promete. Espero ansioso la continuación. ¡Je,je,je! ;)

Marinel dijo...

JAJAJAJ,qué bueno eres chaval!!!
"A veremos" por qué no podía estar más equivocado el pobre feto que antes fue espermatozoide y antes un ente incorpóreo...
Asturias patria queridaaaaa...
Besos, Beeril.
¡Ah! y gracias por las risas que me haces soltar.

Andrés Paredes dijo...

Estos espermatozoides no aprenderán nunca…
Con las dificultades que hay en el exterior y ellos empecinados en salir a ver mundo.
Ja, ja, ja, ja, ja.
De donde sacas estas historias? Menuda fuente de imaginación.
Un saludo.

CharlyChip dijo...

Muy buena la imagen Miguel ;-)

Miganel dijo...

¡Oh, gracias a todos! ¡No esperaba tener tanto y mejor público que vosotros!

¿De dónde las saco, Andrés? De Irlhadia, el mundo mágico de los sueños.Mi refugio. Mi no sé qué con los sueños que no puedo parar de crearlos...

Saludos y besos a todos!

Miganel dijo...

Por cierto, en referencia a la imagen he decidido cambiarla porque la otra me parecía muy artificial,y mehe ido al trabajo con el pensamiento de que en cuanto llegara a casa, sustituirla por otra más amable...

¿Verdad que es chula? Ja ja ja!